La pobreza infantil en Puerto Rico.
Nos duele porque son pobres, pero más porque son niños.
Si bien ser pobre es algo que resulta desesperante e incluso insoportable para cualquier ser humano, ya que implica no tener los medios para cubrir necesidades tan básicas como lo son la alimentación, un techo digno donde cobijarse, los imprescindibles servicios para cuidar la salud, e incluso el acceso a agua potable para nuestro consumo e higiene, el sufrir estas carencias cuando se es muy joven o se es niño, es algo no solo triste e inhumano, sino francamente inaceptable.
No es secreto para ningún puertorriqueño que en nuestro país el problema de la pobreza en general es una realidad tan evidente, que tan solo es necesario salir a la calle para presenciar muchos ciudadanos que la padecen y evidencian. Lo que se nos puede perder de vista es que los niños y jóvenes, hijos de estos mismos ciudadanos, son probablemente quienes más injustamente la sufren, tanto en el presente como probablemente en su futuro. Porque esa misma pobreza limita las oportunidades de una educación provechosa, y por ende, de un desarrollo profesional con la posibilidad de alcanzar un nivel económico de vida satisfactorio.
En Puerto Rico y el mundo entero la pobreza no solo se ve en la calle (claro está, si no evitamos mirarla de frente pretendiendo ignorarla), también los estudios académicos al respecto, y sus estadísticas, arrojan datos concretos y cifras que pueden fácilmente impresionarnos.
Por citar algunos:
- A nivel global, la ONU ha indicado que más de 160 millones de niños corren el riesgo de continuar viviendo en pobreza extrema para el año 2030.
- A nivel local, según el Instituto del Desarrollo de la Juventud (IDJ) en colaboración con el Instituto de Estadísticas de Puerto Rico (IEPR), quienes recopilan datos sobre las condiciones de niños y jóvenes entre las edades de 0 a 21 años de edad, se concluyó que Puerto Rico obtiene una evaluación de D, si se compara con los 50 estados norteamericanos y el Distrito de Columbia.
- Según la Oficina del Censo de Puerto Rico y el citado IEPR, en el 2015 un 46% de la población total se encontraba bajo el nivel de pobreza, cifra que aumentaría a un apabullante 59.8% luego de los huracanes Irma y María. De esta población, el 57% lo componen personas de entre 0 y 17 años de edad, con 62% de estos siendo menores de cinco años. Y es precisamente esta joven población la que se considera como la más pobre y vulnerable.
- En algunos municipios, como el de Maricao, la tasa de pobreza infantil alcanza una cifra tan alta como el 82%.
Si bien no debemos perder del todo la esperanza ya que podemos citar también datos alentadores como que la pobreza mundial se ha reducido a más de la mitad desde el año 2000, y que en los Estados Unidos la pobreza infantil se ha reducido en un 59% desde el año 1993, nuestra realidad local dista mucho de ser así de optimista.
La disparidad de ayudas que Puerto Rico sufre en múltiples programas federales, o la falta de garantías de continuidad en programas tan directamente relacionados con la pobreza infantil como el Child Tax Credit (CTC) y el Earned Income Tax Credit (EITC), que tanto han ayudado a reducir esa pobreza en los Estados Unidos, son solo algunos de los frentes donde debemos de luchar para combatir todo aquello que no proteja a nuestros niños de esta deplorable y limitante realidad.
Otros factores de nuestra sociedad puertorriqueña que debemos tener presentes para poder atacar las raíces de la pobreza infantil, también lo son: la falta de seguridad económica de la familia como consecuencia de adultos que sencillamente no tienen interés en trabajar perpetuando la dependencia de ayudas gubernamentales, la carencia de buenas oportunidades de empleo, y los salarios tan bajos que se pagan en Puerto Rico incluso en profesiones que requieren una larga y sacrificada preparación académica.
El Instituto del Desarrollo de la Juventud (IDJ) también nos habla de la desventaja económica que padecen las familias jóvenes cuyo jefe de familia es una mujer. Tan alto como el 68% de estas familias viven en niveles de pobreza, constatando así que la cara más vulnerable de la sociedad en Puerto Rico son los niños y las mujeres que sustenta el hogar.
Según este instituto, todo esto redunda en que en Puerto Rico 6 de cada 10 niños son pobres, y que esta pobreza infantil eventualmente se traduce en un costo acumulado para nuestra economía de nada más y nada menos que 500 mil millones de dólares.
Desde niño pude ver de cerca la pobreza extrema en que otros niños como yo, vivían. Compañeros míos de juegos pero cuyas condiciones de vida me asombraron e impresionaron grandemente desde temprana edad. Sus carencias y dolor pudieron sensibilizarme y motivarme a hacer algo al respecto en la medida de mis posibilidades por el resto de mi vida. Más puntualmente en el área de las oportunidades igualitarias en la educación, como salida a circunstancias tan desfavorables.
Si como individuos y como país no nos hacemos de la vista larga y cobrando plena conciencia de esta realidad, luchamos con todos los factores que pueden librar de la pobreza a nuestros vulnerables niños y niñas puertorriqueños, sí tendremos la esperanza real de un cambio.
Esto incluye exigir al gobierno federal y local, todo lo que como país merecemos. Pero también incluye rectificar aquellas actitudes que como individuos no aportan nada a esta urgente transformación.
Nadie merece más justicia que una vida que comienza y que tampoco pidió venir al mundo. Mucho menos a sufrir necesidades sin la posibilidad de un futuro mejor. La pobreza infantil de Puerto Rico, y de cualquier parte del mundo, es después de todo una cuestión de derechos humanos. Luchemos todos unidos por los derechos de nuestros niños.